María José Alegría Marcos

Recompensa ante un gran sacrificio.

María José Alegría Marcos

La vida de María José Alegría Marcos dio un giro de 180º cuando se enteró de que había conseguido plaza tras realizar el examen de Biólogo Residente Interno (BIR) que convoca cada año el Ministerio de Sanidad. En un primer momento, un fallo de recuento situó a la joven en el primer puesto de la lista provisional y, aunque finalmente María José ocupó la segunda posición del ranking, desde entonces no se le ha borrado la sonrisa de la cara. Poco a poco, la incredulidad que aun brilla en su mirada ha ido dejando paso a la satisfacción por este logro personal que, por cierto, también es todo un orgullo para la Universidad de Murcia (UM).

Acaba de llegar de Copenhague con unas amigas, y en su habitación, cuenta ella, aún mantiene colgados varios pósits con frases de ánimo y rutas metabólicas difíciles de memorizar. De sus veinticinco años de vida, María José ha pasado los últimos tres persiguiendo un sueño que acaba de hacerse realidad. Consciente de la precariedad que sufre su gremio en España, a esta joven alcantarillera no le puede hacer más ilusión pensar en su futuro laboral. Sabe que aprobar esta oposición significa contar con unos cimientos sólidos que no se tambalearán si algún día decide ser madre, “quiero ser muy buena en lo mío, pero también tener la facilidad de tomar mis decisiones fuera del ámbito laboral”. En 2020 se graduó como biotecnóloga en la UM, obtuvo el Premio Extraordinario de Fin de Grado 2019-2020 y, sin mucha demora, comenzó su preparación para un examen exigente al que ha dedicado, aproximadamente, doce horas diarias de estudio. Su familia y el CrossFit han sido dos piezas fundamentales durante este último año en el que ha sido capaz de hacerse con una de las sesenta plazas ofertadas.

Inflexible ante el techo de cristal en su sector, María José califica como “brutal” el porcentaje desproporcionado entre alumnas que estudian su carrera y el número de mujeres que llegan a puestos de responsabilidad en los laboratorios. Ella es muy crítica ante esta desigualdad y lamenta que, hasta hace dos años, las bajas por maternidad no fuesen contempladas en la prolongación de becas de investigación. No obstante, sus palabras transmiten esperanza y, quizá sin darse cuenta del referente que ella misma supone para las próximas generaciones, añade, “si ellas tienen claro que les gusta la ciencia, que en ningún momento piensen en echarse para atrás por la desigualdad. Esto está cambiando mucho”. En su camino, María José se considera afortunada por haber tenido como mentor al profesor Victoriano Mulero, quien siempre ha tenido clara la importancia de que las mujeres vean reconocido su papel en la ciencia.

A María José la tierra le tira bastante y, como “en Murcia se vive muy bien”, sus próximos cuatro años aún están en el aire. La asaltan dudas entre si hacer la residencia en la especialidad de Bioquímica Clínica en el Hospital Universitario La Paz de Madrid o escoger Inmunología en el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca. Sea como fuere, la incertidumbre no le quita el sueño. Para ella, tanto sacrificio ya ha merecido la pena.