Las pruebas de evaluación internacionales y los rankings: luces y sombras

Evaluación externa, rendición de cuentas, estándares educativos… Son términos que estamos escuchando desde hace algunos años en el mundo educativo. En algunos países como Estados Unidos hace tiempo que está implantado un sistema de evaluación del profesorado en función del rendimiento de los alumnos. Y esa tendencia parece que está en el aire en el debate educativo actual, una tendencia a entender la calidad de un sistema educativo en función del rendimiento de los alumnos.

La evaluación es un aspecto fundamental del sistema educativo, no se nos entienda erróneamente, pero como en todo, hay maneras de entender que es la evaluación, evaluar es algo más que realizar pruebas o exámenes. Como indica Hazelkorn en esta entrevista, cuando hablamos de pruebas y rankings estamos corriendo el riesgo de que los métodos de evaluación acaben resumiéndose en términos cuantitativos, cuando la educación es una materia cualitativa.

Actualmente España participa en las siguientes pruebas:

  • PISA: Es el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes Elaborada por la OCDE. Realiza evaluaciones a estudiantes de 15 años en las áreas de lectura, matemáticas y ciencias. Es el más conocido por su difusión en distintos medios.
  • TIMSS: El estudio de las tendencias en matemáticas y ciencias de los estudiantes de 3º y 4º de la ESO. Aunque se está aplicando también a la Primaria. Es realizada por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA). España ha participado en 2003 y 2011.
  • PIRLS: Es el estudio internacional de Progreso en comprensión lectora para la evaluación del rendimiento educativo. España ha participado en 2006 y 2011.
  • EECL: evaluaciones en inglés como primera lengua o francés como segunda para los alumnos de 4º de la ESO. Promovida por la Unión Europea.
  • TALIS: Estudio Internacional de Enseñanza y Aprendizaje. Promovida por la OCDE que pretende contribuir a la elaboración de indicadores internacionales para asesorar sobre la política educativa respecto al profesorado y los centros educativos.

Todas estas pruebas ofrecen datos interesantes que seguro podemos utilizar en el mundo educativo, sin embargo, debemos tener cuidado en cómo afrontamos estas evaluaciones. Son interesantes siempre y cuando se utilicen de manera adecuada, pero nunca pueden servir como justificación para valorar el rendimiento de un docente o la calidad de un sistema educativo al completo, porque, entre otras razones:
No suelen atender a la singularidad y el contexto de cada país. Ni en cuanto a número de habitantes, ni en cuanto a cómo se organizan las escuelas, ni el nivel de integración escolar, ni el currículo educativo.
Se da el caso de que, evaluando las mismas áreas, los países quedan en puestos muy distintos en función de la prueba de evaluación que lo haga, por lo tanto los resultados son cuestionables. Por ejemplo, Finlandia en TIMSS no queda tan arriba como lo hace en las pruebas PISA.
Además, estas pruebas se centran en unas áreas pero dejan de lado otros aspectos de la educación, de hecho suelen evaluar áreas de ciencias, lo cuál es interesante, pero deja de lado y olvida a las humanidades y la evaluación de otras capacidades. De hecho, podemos pensar que una prueba estandarizada tendrá dificultades para evaluar competencias, hasta el punto de que si un alumno da una respuesta creativa a una pregunta puede ser mal puntuado al tener que estandarizar las respuestas.

Lo cierto es que, como se ha indicado en otras ocasiones, la tendencia de los test no es algo novedoso. En la historia de la evaluación en la educación, la denominada etapa de la eficiencia o de los test, que García Sanz (2003) describe como una etapa que se desarrolla entre 1900 y 1930, es una etapa en la que se sistematiza el uso de los test como instrumentos objetivos para determinar la calidad de la enseñanza. Otros autores lo denominan el periodo pre-Tyleriano, para definir una tendencia que provino de Estados Unidos, que centrada en la calidad de la educación se centraba exclusivamente en la medición. Mestres (2009) especifica que en el periodo pretyleriano “aparecen las tendencias de evaluación de instituciones basadas en la acreditación reconocida por comisiones de evaluación externas a partir de unas normas o unos parámetros de calidad previamente establecidos”. Estas etapas se superaron por modelos más cualitativos que entendían que el proceso de aprendizaje era algo más y que la formación integral del alumno podía valorarse utilizando otros indicadores.

Por tanto, estas pruebas nos pueden aportar algunas luces (cómo estamos en determinadas áreas, qué aspectos mejorar, etc.) y ofrecen datos muy relevantes que pueden servir para mejorar, pero también tienen sombras, no tanto en torno a los propios informes en sí, sino más bien en cuanto a la manera en la que se están utilizando, que en cierto modo recuerda a los tiempos pasados mencionados anteriormente.

En 2006, un grupo de expertos elaboró un informe titulado “PISA according to PISA” en el que se indica que teniendo en cuenta que no se valora el contexto socio-cultural y económico de cada país a la hora de realizar las evaluaciones (ni el educativo-curricular añadiría), la comparación entre países no tiene sentido.

Ante este panorama, justificar determinados cambios a partir de los resultados de pruebas estandarizadas contrae muchos riesgos. Sobretodo porque corremos el riesgo de que los profesores tiendan a focalizar sus clases en que sus alumnos superen correctamente una determinada prueba estandarizada, corriendo el riesgo de reducir el curso escolar a un aprendizaje acerca de cómo resolver un examen. Estas pruebas son interesantes, pero no pueden tener la última palabra, sobretodo si estamos hablando de transformaciones importantes del proceso educativo. Es necesario abordar la calidad del sistema educativo teniendo en cuenta otro tipo de perspectivas respecto a la calidad y la evaluación del mismo.

García Sanz, M.P. (2003). La evaluación de programas en la intervención socioeducativa. Murcia:Diego Marín.

Mestres, J. (2009). Evaluación de los centros educativos. UOC. http://www.galeon.com/dantethedestroyer/libro2.pdf

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