REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS



Max Aub desde el siglo XXI: la conmemoración de un centenario  
Juan María Calles
(Biblioteca Valenciana)

Caricatura de Max Aub realizada

por el poeta José Moreno Villa (Residencia de Estudiantes)

 

 

El siglo XX y la significación de Max Aub: 1903-2003

 

Desde hace unos años, la personalidad de Max Aub ha quedado íntimamente ligada a la identidad valenciana al constituirse la Fundación Max Aub, con su correspondiente Archivo y Biblioteca, en la ciudad de Segorbe, de cuyo Patronato forma parte la Excelentísima Diputación Provincial de Castellón, junto a la de Valencia y la Generalitat Valenciana.

Tanto la vida como la obra de Aub se caracterizan por su alto grado de conciencia histórica. Aub fue recorriendo los principales acontecimientos del siglo XX desde la atalaya de un intelectual comprometido, primero en el contexto sociocultural de la República española y después en el largo exilio de los republicanos españoles. En efecto, como otros autores e intelectuales de su generación vivió un período clave de la historia contemporánea mundial. A través de sus escritos encontramos una y otra vez esa conciencia de pertenecer a un pasado próximo que es susceptible de iluminar y dar lecciones al presente.

En 2003 se cumplen cien años de su nacimiento. Sin duda, la experiencia de la guerra civil española y el exilio contribuyeron a fundamentarsu convicción de pertenencia a una generación y una época clave, y fomentaron su responsabilidad y su decisión de constituirse en testigo de la misma.

Desde las obras de Max Aub pertenecientes a las vanguardias artísticas y literarias de principios de siglo, hasta aquellas obras en las que aborda el problema de la vanguardia, el problema del arte moderno, la figura del artista y del creador, la simulación del arte, las relaciones entre la literatura y las artes plásticas, la relación del artista con la sociedad, el realismo, etc., José-Carlos Mainer ha incidido en esa “ética del testigo” que constituye a Max Aub en autor y analista privilegiado de nuestra historia reciente.

Nos encontramos ante un autor e intelectual que recorre el siglo XX intentando situarse a la altura de los tiempos, con una mirada crítica sobre la realidad y con un compromiso ético y cívico, que lo convierten en testigo privilegiado de la historia y la cultura contemporáneas.

En la literatura que va del modernismo a las vanguardias, y desde la experimentación y el esteticismo al compromiso, Max nos muestra su taller de trabajo ejemplar a través de su variada aproximación a los distintos géneros y a la tradición de las formas literarias: Max poeta, cuentista, tipógrafo, autor y director de teatro, ensayista, traductor, novelista...

Es el Max múltiple y proteico, comprometido desde la crítica y desde la ironía, en un continuo proceso de desinstalación con respecto a los subterfugios del pensamiento conservador y los tópicos de la izquierda tradicional. Es el Max ‘amigo incómodo’ de muchos con su dolorosa verdad a cuestas. Es el Max siempre sorprendente e inesperado para quien la cultura no es un lujo, sino una de las necesidades primordiales, como la educación, la sanidad y los alimentos básicos. Es el Max que lucha por hacerse oír y por expresarse durante todo un exilio con los ojos abiertos, esperando desesperanzadamente en el absurdo ciego de esa “Sala de Espera” común a Ionesco, a Beckett, a los grandes autores literarios que nos devuelven las preguntas eternas con una mirada nueva y un lenguaje renovado.

Una biografía “ejemplar”

Caricatura de Max Aub realizada por el poeta José Moreno Villa (Residencia de Estudiantes)

 

Max llega a Valencia con once años, en 1914. La familia, afincada en París y de origen judío venía huyendo de las repercusiones de la Primera Guerra Mundial, para lo que fija su residencia en Valencia. Cursa la enseñanza secundaria en el Instituto de Valencia, donde establecerá amistades fundamentales en su trayectoria intelectual: la familia Gaos (José, Vicente, Alejandro...) a la que, entre 1916 y 1921, Max visita a menudo; Manolo Zapater, quien lo iniciaría por las tierras castellonenses del Alto Palancia; Fernando Dicenta; Juan Gil-Albert; Juan Chabás; Leopoldo Querol; Genaro Lahuerta; Pedro de Valencia; y muy especialmente con el castellonense José Medina Echavarría, a quien debemos dedicar también este año una atención especial... En 1920 acabó el Bachillerato y, en contra de la voluntad de su padre (quien hubiese preferido que estudiase Derecho), Max decide ayudarle y seguir sus pasos profesionales, viajando como representante por Levante, Aragón, Cataluña y Almería. A partir de 1922, y durante catorce años, recorre Cataluña con sus mercancías, viviendo en Barcelona cuatro meses al año, donde asiste a tertulias como la de López Picó, Salvat Papasseit y la de Gasch. Empieza a escribir poesía y teatro experimental: Momentos, El desconfiado prodigioso, Crimen, Una botella, El celoso y su enamorada, Espejo de avaricia y Narciso.

En diciembre de 1923, con la lotería que le tocó en Murcia, viaja a Madrid por primera vez con su amigo José Medina Echavarría, y se presenta, con la tarjeta que le dio Jules Romains, al crítico literario Enrique Díez-Canedo. A principios de 1924 conoce en París a Joan Miró y empieza a contactar con los escritores de su generación, amistades que mantendrá epistolarmente, y que ampliará en una actitud clave de conexión con la cultura interior española, después de la guerra civil: Alberti, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, José Bergamín, Francisco Ayala, Gerardo Diego, Juan Gil-Albert, Esteban Salazar Chapela, Alejandro Casona, Paulino Masip, Juan Larrea, Guillermo de Torre, Juan Chabás, Emilio Prados, José María Quiroga Pla, Vicente Gaos, Juan Rejano, Pascual Pla y Beltrán. Desde 1925 publica regularmente (Los poemas cotidianos, 1925; Caja, 1926; etc.). Destaca su presencia en Madrid durante trece años, con visitas a las tertulias literarias, como la del café Regina donde conocería a Domenchina, Azaña, Vayo, Araquistáin, Negrín, Marañón y Valle-Inclán.

En 1933, publica en la Imprenta Moderna de Valencia Fábula Verde. Escribe artículos para el periódico Luz de Madrid. Realiza un viaje a la Unión Soviética para asistir a los Festivales de Teatro con su amigo José Medina Echavarría. En 1936 dirige El Búho, teatro universitario de Valencia, igual que Federico García Lorca lo hizo con La Barraca. Publica obras fundamentales como Luis Álvarez Petreña y Yo Vivo. En 1935 escribe en Valencia Jácara del Avaro para las Misiones Pedagógicas. En sus habituales viajes a Barcelona frecuenta el café Oro del Rhin acompañado de sus amigos Luys Santamarina y José Jurado Morales, por eso junto a Valencia y Madrid, Barcelona será una de sus ciudades predilectas.

En febrero de 1936 participa en la campaña electoral con El agua no es del cielo y estrenando en el Teatro Principal Las dos hermanas. En septiembre se representa en el altar mayor de los Dominicos, en Valencia, una versión reducida del auto Pedro López. Dirige en Valencia el periódico socialista Verdad en su primera época. Es socio con el nº 3 de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura.

Desde diciembre del 36 hasta julio del 37 es Agregado Cultural de la Embajada de España en París con el embajador Luis Araquistáin. Como subcomisionario de la Exposición Universal de París encargó, por orden del Gobierno Español, a Picasso el Guernica, por un importe de 150.000 francos. Organiza el II Congreso de Intelectuales Antifascistas en Valencia y Madrid. Es secretario general del Consejo Nacional de Teatro, cuyo director era Antonio Machado. Hasta finales de enero de 1939 dirige con André Malraux -por encargo del gobierno español- la película Sierra de Teruel basada en la novela de aquél L'Espoir.

Max Aub con el poeta León Felipe (Archivo Fundación Max Aub)

 

Más allá del olvido: Aub ‘testigo’ en el siglo XXI

La guerra española empezó ya en el llamado Desastre del 98 y acabó en tragedia. Max fue consciente de que no supimos aprender el ejemplo de la Primera Guerra Mundial, de que nuestro sistema político fue incapaz de afrontar las reformas necesarias para modernizar un país abocado a la violencia y a la sinrazón de las armas. Contradictoriamente, fue una España de gran esplendor cultural, la ya conocida como Edad de Plata. Vuelven a coincidir extrañamente momentos históricos críticos y floración cultural. Y Aub se inicia en la experimentación vanguardista para evolucionar hacia una poética y una actitud cada vez más comprometida, primero con la cultura republicana, después con la lucha antifascista.

Después vendrán años de exilio, campos de concentración y olvido. Su biografía es una biografía de sufrimiento y entrega, como la de tantos otros españoles en los duros años de la postguerra. Su voluntad de supervivencia le ayudó a escapar de los campos de concentración franceses en el norte de África, adonde fue enviado mediante falsas denuncias. La dureza de aquellos años nos dan el tono de un autor europeo a la altura de las circunstancias, como testimonia su poemario Diario de Djelfa, auténtico relato de las condiciones extremas sufridas en aquellos días, prueba de nuevo de que la sinrazón humana no tiene límites.

Y Max nos ha contemplado todos estos años desde el espejo sabio e irisado de sus libros. Fue consciente de que la misión del intelectual y del escritor del siglo XX fue mantenerse alerta desde una actitud crítica, sin concesiones, ser testigo de la sinrazón y la barbarie de las armas y del exterminio para que nunca más vuelvan a repetirse. Su legado nos recuerda que en todo hombre existe ese fondo de violencia y egoísmo al que las circunstancias pueden convertir en partido y sistema político.

Su exilio en México nos ha legado una obra literaria e intelectual copiosa, cuya significación se revisará en el próximo Congreso Internacional “MAX AUB: TESTIGO DEL SIGLO XX”, que se celebrará en la Biblioteca Valenciana del 7 al 12 de abril, y que se complementará con una exposición plástica y bibliográfica, entre otras muchas actividades que coordina el Patronato de la Fundación. La celebración de su centenario tiene especial significación desde el sentido de la recuperación de una parte fundamental de nuestro exilio cultural que, a través de la Fundación Max Aub, con sede en Segorbe, es ya patrimonio de todos los españoles.

Una de las obligaciones de una adecuada política cultural es conservar y promover la figura y la obra de aquellos autores que se convierten en arquetipos, sea por la especial riqueza de su obra, sea por la significación de su vida en el contexto histórico valenciano y español. Ambas circunstancias se dan en nuestro caso. Aub pertenece a un grupo de intelectuales y escritores, junto a Apollinaire, Machado, Cocteau, Dos Passos, Faulkner, Gide, Malraux, Unamuno, Pirandello, Kafka...que se constituyen en síntomas y símbolos emblemáticos de su tiempo. Pero para el autor literario, siempre es necesaria la conquista de un público. Max lo tuvo siempre difícil, dadas las circunstancias en que se desarrollaron su vida y su obra. Él buscó siempre ese equilibrio entre la libertad creativa y de conciencia, junto con la necesidad de encontrar lectores en el futuro inmediato, dada la imposibilidad de encontrarlos en el presente siempre incierto de un escritor trasterrado y exiliado.

Max Aub encarna el ejemplo del escritor que vive con la pluma en la mano, humano y demasiado humano hasta el compromiso final. Es un hombre y un intelectual paradigmático en la historia cultural española del siglo XX, cuyo nacimiento conmemoraremos este año recuperando su memoria para el patrimonio cultural valenciano y español, que ya es decir universal.