REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS




Una presentación de La Partitura de Vicente Cervera Salinas, por Miguel Metzeltin
(Universidad de Viena)

 

Para que se comprenda una interpretación, el intérprete debe declarar su posición, posición desde la cual interpreta. El intérprete es en este caso un romanista, profesor de filología románica de la Universidad de Viena, promotor de una ciencia del texto de base antropológica. No sé si podré ser el intérprete deseado por el poeta, que en la segunda poesía de su nuevo libro La partitura se pregunta: „Sin saber si ha de llegar aquel artista / que interprete, absorta su mirada en mis acordes, los fraseos musicales que forjé y dejé descritos / bajo claves, armaduras y furtivas variaciones.“ No soy músico, por eso no propondré el „pentagrama de la vida“ (La partitura) como clave de lectura. Pero tampoco le pondré „en estado de sitio“ (Redacción definitiva), al que el poeta está dispuesto a exponerse.

 

Se afirma en los periódicos: „La poesía española, en crisis“ (Antonio Gamoneda en el ABC del 12 de febrero de 2002) y „aquello en que precisamente consiste la cultura, la simbolización de la realidad, ya ha desaparecido, o desaparece a marchas forzadas“ (José Jiménez Lozano en el ABC del 10 de febrero de 2002). Pero diariamente se habla en los periódicos de poesía y de simbolizaciones de la realidad, en el metro de la capital de España se pueden leer recetas en verso. Gracias a siempre nuevas generaciones de poetas, que como Vicente Cervera Salinas van recorriendo caminos antiguos y abriendo caminos nuevos, como también gracias al anónimo pueblo improvisador de versos, la poesía en lengua española no está en crisis.

 

¿Por qué escribimos? Los seres humanos necesitamos expresar nuestras experiencias, nuestras aspiraciones, esperadas, realizadas o frustradas. Entre estas aspiraciones hay visiones ideológicas, sociales, que más adecuadamente comunicamos en forma de novelas o de tratados filosóficos. Pero tenemos también visiones que nos conciernen de manera muy personal, individual, visiones más íntimas, por eso de más difícil exteriorización. Para éstas, el hombre ha creado la poesía lírica, que con sus formas más concentradas, por sus versos y sus metáforas, permite mejor que todo otro tipo de escritura expresar lo inexpresable.

 

Vicente Cervera Salinas, el autor del libro que aquí brevemente presentamos, es profesor de literatura en la Universidad de Murcia. Cuando a principios del siglo XIX (1808) se creó en la Universidad de Pavía la cátedra de elocuencia, predecesora de las cátedras de literatura, como profesor fue llamado el famoso poeta italiano Ugo Foscolo. En 1860, para la cátedra de elocuencia italiana (más tarde: de literatura italiana) de la Universidad de Bologna, el ministro Terenzio Mamiani nombra como profesor al poeta Giosuè Carducci. Pero a partir de finales del siglo XIX, en las universidades europeas nos hemos acostumbrado a la idea de que los profesores de Letras enseñamos a explicar textos. Es una visión empobrecedora de nuestra tarea, que no se reduce sólo a enseñar, a analizar e interpretar, sino que comprende también la enseñanza de cómo se pueden producir textos. Vicente Cervera Salinas reúne las dos vertientes, la del descifrador, del glosador, y la del productor, del inventor de textos: es intérprete receptor de Borges, uno de sus autores preferidos, pero también intérprete de sus experiencias personales a través de sus poesías.

 

La Partitura, publicada de manera esmerada en las Ediciones Vitruvio, es una colección – la segunda del autor – de 54 poemas, agrupados en siete secciones o partituras (como siete son las notas musicales), casi todas en versos libres. La sección tercera comprende cinco poemas en forma de sonetos, regulares algunos, innovadores otros (Deshumedecido tiene trece versos, Lo fugaz retoma en los tercetos una de las rimas de los cuartetos: c d a c d a). Los poemas de la sección sexta están en prosa y están recogidos bajo un título italiano (Ormai). ¿Por qué esta „desviación“ estilística? ¿Quiere el poeta realzar una lejanía temporal y espacial de lo pasado?

 

Toda colección de poemas, por su concentración lingüística y su riqueza simbólica, es siempre una invitación a la meditación descubridora. Así las poesías de La Partitura nos llevan entre otras a la siguientes preguntas:

¿Por qué el poeta usa las notas musicales como base macroestructural?

¿Por qué usa en general versos libres?

¿Por qué aparecen improvisamente algunos sonetos?

¿Por qué introduce en una colección de poesías una sección en prosa?

¿Por qué uno de los títulos de las secciones está en italiano?

Estas preguntas son ejemplos de primeras observaciones que nos permiten acercarnos a estas poesías como descubridores, porque toda lectura es siempre un viaje de descubrimiento.

 

En esta breve presentación quiero indicar otra manera de acercarnos a las poesías de La Partitura. Toda obra concebida como texto conlleva siempre una coherencia. Gran factor de coherencia son los llamados campos semánticos, aquellas imágenes que con muchas variaciones (sinonímicas y antonímicas) se repiten a lo largo del texto, de los poemas, a veces como imágenes obsesivas, como decía el crítico francés Charles Mauron.

 

Una de las imágenes más frecuentes de nuestro poemario es la del camino, de la vida como camino:

„Entre fuegos bizarros / y primeros, seguir y desviarse / y equivocar el camino / y hallar“ (Principio y fin)

„nos esperamos a la vuelta / de un camino / que no sabemos ya dónde comenzará / ni cuándo acabó“ (Trayecto)

„Resonaba / el acorde de un viaje emprendido / para atraer de la ausencia un latido / común“ (Deshumedecido)

„Pasajeros somos, / siempre es perpetua la amenaza / de lo que ha sido alguna vez“ (La ira)

El camino, todo viaje implica encuentros y desencuentros (una de las poesías lleva el título Desencuentros), adioses y por lo tanto heridas, heridas que requieren curación (el poema 21 lleva el título La curación), curación que hay que aceptar („y ardió al descubierto la cicatriz / que me acompaña y quiero al fin cerrar“, La curación). También hay que aprender a olvidar: „esperar a que ese día / llegue, en que al mirarte / no te vea“, El mejor empeño).

 

Además de los campos semánticos que apuntan a la vida como escalas musicales (con acordes y desacordes) y como viaje (con encuentros y desencuentros), hay otro que se manifiesta con continua evidencia y en los títulos de las secciones y por su configuración antonímica:

„La voluntad afirmativa“ (Partitura I)

„La maldición de la tibieza“ (Partitura II)

La afirmación del deseo de vida, de afirmar la vida como tal, con toda su fuerza (de uno mismo y de los demás) es omnipresente en la continua variación de las imágenes de la voluntad, energía, pasión, fuerza, esfuerzo, fortaleza, incendio, furia; voluntad tan bien expresada por el paroxismo vibrante de Arriésgate:

„Arriésgate si reconoces raras

las respuestas que recorren los ríos

y las ramas. Si ruedan desvaríos

en las rocas y se enredan las caras

del rostro arrepentido; si reparas

y revisas los relojes tardíos,

y te encuentras riquezas y amoríos

que ya no rinden sus razones claras,

recuerda: es que el riesgo te reclama.

Al retoño renacido, arrójate;

al rencor renuncia, que nunca hermana;

al reflejo repentino, entrégate;

no resguardes el rigor de la trama

que resta soterrada: Arriésgate.

 

 

¡Cuán lejos estamos de la abulia azoriniana!

 

Esta voluntad de vida podría ser el motivo que lleva al poeta a la afirmación de lo inmediato como esencia de la vida:

„y sé que en ti no existe / instante que esté fuera / del ahora“ (Árbol de septiembre)

„Sólo es feliz / quien goza con la vida que consume, / con los tiempos de diversa forma y tacto / que le arriendan días y estaciones / para transitar“ (Fuerza)

Pero esta afirmación de lo inmediato no excluye los recuerdos. Pues nuestra identidad se constituye de recuerdos y presente. En la poesía con el título emblemático En el museo, después de reconocer que „En este banco, en el museo, / cuanto me rodea que no advierto / es fértil y banal, / y solamente lo que capta mi mirada / impacta y exalta. Y vibra.“, termina el poeta afirmando: „En cada recuerdo, me recuerdo“.

 

He aquí unos posibles vectores de lectura de este hermoso poemario, que a todo lector atento y meditativo le puede ofrecer caminos para interpretar su propia vida.