Ejercicio físico y obesidad infantil

El ejercicio físico es considerado como una pauta de tratamiento en la obesidad, junto a cambios dietéticos y modificación de la conducta alimenticia. Son numerosos los estudios que se han realizado hasta la actualidad para valorar el efecto del ejercicio físico en la obesidad y los cambios que produce en el peso y grasa corporal.

Estos estudios concluyen genéricamente que el ejercicio físico es útil en el control del peso corporal en la obesidad infantil y adolescente (Epstein y cols., 1996) (Ver tabla).

Tabla extraída de: Epstein, L.H.; Coleman, K.J. y Myers, M.D. (1996). Exercise in treating obesity in children and adolescents. Medicine and Science in Sports and Exercise, 28(4), 428-435.

 

Ekelund y cols. (2004) encontraron que los niños que acumulan menos de una hora de actividad física de moderada intensidad por día tienen mayor tejido graso que aquellos que acumulan más de dos horas por día. Estos mismos autores establecen como cantidad mínima de actividad física para prevenir la obesidad en los niños, un volumen diario de una hora a moderada intensidad.

Klasson-Heggebo y cols. (2002) encontraron que la suma de pliegues cutáneos muestra una significativa correlación con la condición física tanto de chicos y chicas de 9 y 15 años.

Existen estudios que contrastan los efectos de aplicar una dieta versus dieta y ejercicio físico, habiendo demostrado todos ellos que se producen mayores beneficios sobre la pérdida y control de peso y nivel de fitness en los grupos que combinan la dieta y el ejercicio físico.

Reybrouck y cols. (1990) encontraron que los niños que siguieron un programa de 4 meses que consistía en una sesión de ejercicio por día equivalente a un gasto energético de 250 kilocalorías, combinado con una dieta baja en calorías, presentaban una mayor disminución del sobrepeso que el grupo al que se le aplicó solamente la dieta hipocalórica.

Por otra parte, Hill y Parker (1988) sometieron a un grupo de niños a un programa basado en información nutricional y ejercicio aeróbico de tres a cuatro veces por semana y lo compararon con otro grupo de niños que solo recibieron información nutricional. Sus resultados muestran que el primer grupo presentaba un menor valor en la suma de los pliegues cutáneos.

Epstein y cols. (1985) aplicaron durante 2 meses un programa de intervención en niños basado en ejercicio aeróbico realizado tres veces por semana junto a una dieta hipocalórica. Tras doce meses de seguimiento, se encontraron grandes diferencias en el porcentaje de sobrepeso y capacidad de trabajo físico respecto a niños solo realizaon una dieta hipocalórica.

El uso del ejercicio para la pérdida de peso está basado en tres efectos muy concretos:

1. Su eficacia en la prevención y tratamiento de la obesidad de tipo hipertrófica. Park y cols. (2003) demostraron que la combinación de un programa de ejercicio aeróbico y acondicionamiento muscular disminuye la grasa abdominal subcutánea y visceral más que un programa aeróbico. En su estudio el colesterol sanguíneo, triglicéridos, lipoproteínas de baja densidad (LDL-C) y la APO B disminuyeron significativamente, mientras que las lipoproteínas de alta densidad (HDL-C) y la APO A-I se incrementaron que forma significativa. Estos cambios inducen un efecto protector sobre las enfermedades cardio-vasculares asociadas con la obesidad.

2. La capacidad de inferir un alto grado de motivación al sujeto. Es posible que un niño obeso de vida sedentaria que se motiva a realizar ejercicio de forma habitual, adopte un estilo de vida diferente con cambios psicológicos y sociales que pueden favorecer un mejor autocontrol de la cantidad y calidad de alimentos ingeridos diariamente. El ejercicio físico, además de contribuir al logro de un balance energético negativo, constituye un factor de motivación que facilita el seguimiento prolongado de una dieta, eliminado alguna de sus consecuencias negativas (Tinajas y Tinajas, 1993b).

3. Permite aumentar el gasto energético. Al tratarse de niños que están siguiendo una dieta hipocalórica debe adaptarse la distribución de calorías y principios inmediatos a los horarios de práctica del ejercicio. No será conveniente que la sesión de ejercicio se practique tras un ayuno prolongado porque aumenta la sensación de malestar y la cetosis (Pérez y Rigla, 1996).

Hayashi y cols. (1987) mostraron un gran efecto del ejercicio físico sin intervención dietética usando un programa escolar de ejercicio aeróbico que consistía en 20 minutos de carrera en torno al umbral láctico, 7 días a la semana, durante 2 años de duración. Aunque estos estudios no utilizan grupos control, muestran el potencial de un programa de ejercicio en el tratamiento de la obesidad.

A la hora de planificar ejercicio para niños obesos hay que tener muy en cuenta algunos factores, tales como:

· Sobrecargas articulares. Los niños que son obesos pueden sufrir enfermedades o lesiones del aparato locomotor. Esto hace difícil no sólo iniciarse en la actividad física sino también mantenerse en dicha práctica. La carrera, por ejemplo, puede causar complicaciones ortopédicas al producir grandes sobrecargas sobre las articulaciones y la columna vertebral.

· Problemas respiratorios. Las repercusiones sobre el aparato respiratorio son también importantes y van desde la simple disnea de esfuerzo ante el ejercicio físico moderado hasta la insuficiencia respiratoria con intoxicación por dióxido de carbono (Hernández, 1993).

· Intolerancia al calor. El niño obeso durante el ejercicio produce más temperatura que un niño con un peso normal, lo que se une a su menor eficacia para disipar el calor que se genera con el aumento del metabolismo. Por ello debe acostumbrarse a beber agua con frecuencia y a evitar la actividad física en condiciones meteorológicas desfavorables (alta temperatura y alta humedad) (Sánchez, 1992).

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