Ciclismo

Tradicionalmente, el ciclismo ha sido analizado de manera extensa en cuanto a parámetros biomecánicos (Gutiérrez, 1994), incidiendo en aspectos como la pedalada para mejorar el rendimiento deportivo (Mora-Rodríguez y Aguado-Jiménez, 2006), y prevenir lesiones de los miembros inferiores (Boyd, Hull y Wootten, 1996; Ruby y Hull, 1993; Holmes y cols., 1993; Holmes, Pruitt, Whalen, 1994) . Diversos trabajos de revisión bibliográfica han analizado profundamente los factores de riesgo de lesiones en ciclistas, especialmente las relacionadas con el sobreuso (Burns, Keenan y Redmond, 2003; Cohen, 1993; Dannenberg y cols., 1996; Gómez-Puerto y cols., 2008; McLennan y McLennan, 1991; Muyor, 2005). Otros estudios se han centrado en el análisis de factores que influyen en el rendimiento físico (Hawley y Stepto, 2001; Faria, Parker y Faria, 2005a; Faria, Parker y Faria, 2005b; Neumayr y cols., 2002; Rodríguez-Marroyo, y cols., 2003), como, por ejemplo, la influencia de la altitud (Rodríguez-Marroyo y cols., 2002), y las alteraciones inmunológicas (Arana, 2002; Jiménez y Díaz, 2001).

En relación con la postura que adopta el ciclista sobre la bicicleta, se han realizado muy pocos estudios, y la mayoría de estos se han centrado más en aspectos de aerodinámica y rendimiento (Aguado, Izquierdo y González, 1997; García-López y cols., 2002), que en el análisis del morfotipo raquídeo estático y dinámico del ciclista.

En este sentido, Burnett et al. (2004) evaluaron a 18 ciclistas (8 hombres y 10 mujeres) con un nivel medio-alto de entrenamiento, y edades comprendidas entre 18 y 57 años. La muestra fue dividida en 2 grupos: un grupo asintomático (n= 9), con una media de edad de 37,6±7,9 años y un segundo grupo con dolor lumbar no específico (n= 9), con una media de edad de 42,3±9,7 años. El objeto de estudio fue determinar si existían diferencias en el rango de movimiento del raquis mientras pedaleaban en un rodillo. La prueba se detenía una vez que aparecía dolor en la zona lumbar o malestar sobre la bicicleta. El instrumento de medición utilizado fue el Fastrak. Se diferenciaron tres zonas: zona lumbar baja (2ª vértebra sacra y 3ª vértebra lumbar), zona lumbar alta (3ª vértebra lumbar y 12ª vértebra torácica) y, zona dorsal alta (12ª y 6ª vértebra torácica). Aunque no encontraron diferencias significativas en el rango de movimiento del raquis entre ambos grupos, el grupo con dolor mostró una mayor rotación y flexión de la columna lumbar baja en comparación con el grupo asintomático. Sin embargo, el grupo sin dolor mostró una mayor rotación y flexión de la columna vertebral alta que el grupo con dolor. Los autores justificaron estas diferencias en base a una menor activación del músculo multífidus en el grupo con dolor lumbar, concretamente del lado izquierdo, lo que derivaría en un menor control de la región lumbo-pélvica.

En este mismo sentido, Srinivasan y Balasubramanian (2007) compararon a dos grupos de 7 ciclistas varones (edad: 25,4±1,8), uno con dolor lumbar y el otro sin dolor. Tras 30 minutos de pedaleo en sus propias bicicletas montadas sobre un rodillo, el grupo que sufría dolor lumbar tenía menor activación en los grupos musculares latissimus dorsi medial derecho e izquierdo y en el erector spinae derecho e izquierdo, en comparación al grupo sin dolor.

En cuanto al morfotipo raquídeo, Kolehmainen, Harms-Ringdahl y Lanshammart (1989) analizaron la influencia de tres tipos de agarre (agarre alto, agarre recto y agarre de carrera) en una bicicleta estática de laboratorio, sobre los valores angulares adoptados por el raquis cervical y torácico. Participaron 8 sujetos sanos con una edad media de 30 años. Observaron que la extensión cervical se incrementaba significativamente a medida que el agarre adoptado era más bajo. La extensión cervical media fue de 10º para el agarre alto, con respecto a la posición neutral (en sedentación vertical). El agarre recto implicaba 10º más de extensión cervical, y el agarre de carrera incrementaba la extensión cervical en otros 15º. Adoptar el agarre de carrera suponía una extensión del 29% de la máxima extensión cervical, además de aumentar significativamente la cifosis torácica, pasando de 20º de la posición de referencia a los 44º con el agarre alto y a los 75º con el agarre de carrera.

Aramendi y cols. (1998) evaluaron, mediante radiografías, el morfotipo raquídeo de 3 ciclistas profesionales en diferentes posiciones: bipedestación, sobre la bicicleta de carretera con agarre transversal del manillar, en la bicicleta de carretera con agarre en la parte baja del manillar, y sobre la bicicleta de contra-reloj con los antebrazos apoyados en el manillar de triatleta. Los autores encontraron que al pasar de bipedestación a la posición en bicicleta en cualquiera de los agarres, se producía una inversión lumbar. Todos los ángulos de los discos intervertebrales cambiaron de lordosis a cifosis, excepto el disco L5-S1 que se mantuvo con un ángulo de lordosis. La inclinación del sacro mantuvo sus valores angulares. En el agarre bajo, se produjo un aumento de la flexión coxofemoral, colocándose el sacro en una posición horizontal.

Otros estudios han analizado diferentes tipos de sillines para la bicicleta sobre aspectos biomecánicos y/o prevalencia del dolor lumbar. En este sentido, Salai y cols. (1999) evaluaron los efectos que producía cambiar la angulación del sillín sobre la tensión lumbar y la incidencia del dolor en dicha región. Para ello, evaluaron a 40 ciclistas aficionados con dolor lumbar, a los cuales se les inclinó 10º el sillín en la parte anterior del mismo. Tras seis meses utilizando sus bicicletas de manera habitual, el 72% de los sujetos no presentaban dolor lumbar, el 20% manifestó una reducción en la frecuencia e intensidad del dolor, y el 7% no mejoró. Estos datos muestran que la incidencia y magnitud del dolor de espalda del ciclista puede ser reducida con un ajuste adecuado en los ángulos del sillín, aspecto importante a tener en cuenta por parte de los entrenadores, vendedores de bicicletas y los propios ciclistas.

Por otro lado, Bressel y Larson (2003) evaluaron en mujeres ciclistas, si el uso de sillines con varios tipos de recortes y diseños, influían en el ángulo pélvico, ángulo del tronco y comodidad sobre la bicicleta. Para ello, 26 ciclistas pedalearon sobre una bicicleta estática con las manos sobre el manillar más alto y más bajo, utilizando tres tipos de sillines (convencional; con un recorte en forma de óvalo en la parte media- recorte parcial-; y otro con un recorte en la parte anterior - sin punta -recorte total-). El ángulo pélvico fue medido mediante un inclinómetro, mientras que para el ángulo del tronco se utilizó una técnica de digitalización por imágenes. Los resultados mostraron que el ángulo de inclinación pélvica para los sillines con recorte parcial y total fue un 8% y 16% mayor, respectivamente, que los valores obtenidos por el sillín estándar (p<0,05). El ángulo de flexión de tronco fue mayor para el sillín con recorte total que para los otros dos modelos (p<0,05). En cuanto a los tipos de agarre, las ciclistas mostraron un ángulo pélvico un 77% mayor y una flexión del tronco un 11% mayor en el agarre bajo que respecto al agarre alto (p<0,05).

Rajabi, Freemont y Doherty (2000a,b), evaluaron la influencia del entrenamiento específico en ciclismo sobre el raquis torácico en bipedestación. Para ello, compararon la cifosis torácica entre 120 ciclistas y 120 sujetos no deportistas. Los resultados mostraron un significativo mayor valor angular del raquis torácico en el grupo de ciclistas en comparación con los no deportistas. Una de las limitaciones de este estudio es que sólo valoró el raquis torácico en bipedestación, sin analizar el raquis lumbar ni la posición de la pelvis. Tampoco se evaluó la posición adoptada sobre la bicicleta, ni se realizaron comparaciones por categorías deportivas o volumen de entrenamiento.

Recientemente, McEvoy y cols. (2007) compararon el ángulo pélvico de 17 ciclistas profesionales (media de edad: 23±4,2 años) y un grupo control de 17 sujetos que no practicaban ciclismo (media de edad: 23±4,1 años). El objeto de estudio fue conocer las diferencias entre ambos grupos en el ángulo pélvico al adoptar una posición de sedentación. Para ello, los sujetos se colocaban sentados sobre una camilla, con la espalda recta, la pelvis en anteversión, una flexión coxofemoral de 90º, las rodillas extendidas y las plantas de los pies apoyadas en una pared. Posteriormente, debían flexionar el tronco todo lo posible desde las caderas sin que se le separasen de la camilla la zona poplítea de ambas rodillas. En ese momento, se detenían y se procedía a la medición mediante un goniómetro digital. Los resultados arrojaron una mayor variabilidad de los ángulos de la pelvis en el grupo control. Los ciclistas alcanzaron mayores valores angulares (+12,2º), con una menor variabilidad en los resultados. Los autores concluyeron que los ciclistas muestran una mayor adaptación de la posición pélvica sobre la bicicleta, debido a la calidad y especificidad del entrenamiento en su deporte.